Hacer filosofía feminista no implica ofrecer algo caótico, sino más bien desprejuiciado:
la libertad en la elección de temas a tratar, el intercambio con otras disciplinas que en filosofía todavía se consideran algo contaminantes, la discusión de los mismos criterios de demarcación de la filosofía, la demarcación disciplinar, el privilegio del problema complejo por sobre el enfoque específico y el desocultamiento de los motivos que la filosofía ha desechado como no significativos y que pueden ser recuperados con nuevos sentidos.
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